miércoles, 21 de diciembre de 2011

Vacaciones de Navidad.

Hacía ya un tiempo que no publicaba nada. Hoy me ha apetecido volver a subir alguna cosilla y os quiero enseñar dos encargos que he realizado recientemente. Ya sabéis, si alguien quiere regalar un dibujo estas Navidades... tal vez para Reyes estemos a tiempo de hacerlo.

Felices Fiestas.

Postal para Regalo, Acuarela.
Lápiz acuarelable.

martes, 18 de octubre de 2011

Dibujos de Cuaderno. Retratos.


" Al contemplar la figura apuesta y elegante que con tanta habilidad había reflejado gracias a su arte, una sonrisa de satisfacción, que quizá hubiera podido prolongarse, iluminó su rostro. Pero el artista se incorporó bruscamente y, cerrando los ojos, se cubrió los párpados con los dedos, como si tratara de aprisionar en su cerebro algún extraño sueño del que temiese despertar"
El Retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde.


Lapiz acuarelable

Lapiz acuarelable y tinta.

Lapiz
Lapiz.

Boligrafo

Lapiz acuarelable

Lapiz acuarelable



miércoles, 28 de septiembre de 2011

Dibujos de Cuaderno, "En el Parque"

   Llega un momento en el que las horas que pasas en el parque rodeado de niños jugando a la pelota, en bicicleta, saltando, corriendo, columpiándose, lanzándose por el tobogán y un largo etcétera, superan exageradamente a las que puedas pasar... paseando... ¿tomado una cerveza?... sentado en un bar... ¿Pero que era eso que hacíamos por entonces? ¿Qué era todo aquello que nos entretenía cuando no teníamos hijos?. 
   Realmente ya no importa, o más bien ya no piensas en ello porque lo único que interesa es que tu hijo ya sabe subirse solo al tobogán, tirarse de cabeza y robarle la bicicleta al amiguito cuando este no mira.
   Y todas estas horas, si realmente las disfrutas dan para mucho, porque los niños se convierten en protagonistas y pasan a ocupar la mayor parte de las hojas de tu cuaderno.

Niñas esperando la apertura de puertas del Palacio de la Opera para ver "El Super Barbero de Sevilla"

Hijo de unos conocidos jungando.

Un día cualquiera en los columpios.

viernes, 23 de septiembre de 2011

"El Globo Verde"

9.
Las lágrimas salían con fuerza y caían por sus mejillas, pero no le impedían ver como dos globos, uno verde y otro rojo, venían hacia ella, con sus cintas brillando y en su extremo, sujetándose con fuerza un anciano vestido de luto que no paraba de saludarla y de gritar:
-          ¡María, María!... Ya estoy aquí.

            Las lágrimas lo empañaron todo por un momento. Cuando pudo volver a mirar, aquel hombre cogiéndole las manos sonreía, y acercándose a su mejilla empapada de lágrimas la besó y susurró:
-          Ahora, los globos podrán descansar.

            María y Raúl, juntos, con el gato a sus pies y ambos globos atados, miraban al horizonte sentados en el porche de la casita de piedra. Cogidos de la mano vieron pasar el día, el atardecer, la noche y sus vidas. Ahora estaban los dos, nada los separaría jamás y con una sonrisa dejaron que el tiempo hiciera su trabajo.

                                                              _FIN_

jueves, 22 de septiembre de 2011

"El Globo Verde"

8.
La Primavera al fin había llegado, el Sol saludaba con sus potentes rayos y las flores, con toda su variedad de colores, le devolvían el saludo. Los pájaros volaban sobre la pequeña casa de piedra, era la época de viajar a lugares más cálidos y llegaban en bandadas.
            María, ya anciana, recogía en su huerta tomates y lechugas para comer. Su gato la observaba tumbado al Sol, ronroneaba y cerraba sus ojitos moviendo dulcemente la cola. La tranquilidad de las últimas semanas no acompañaba a los pensamientos de María. Preocupada, esperaba la llegada de una nueva carta, sabía que los años no perdonaban y que cualquiera podía ser la última. Raúl, ese increíble globo, su cinta roja… habían sido lo más bonito que le había pasado nunca. Lo único bueno que le había sucedido, si lo pensaba bien, el único motivo por el cual sonreír. Pero ya hacía mucho tiempo que no sabía nada de ellos y el tiempo no esperaba, eso lo sabía muy bien.
            El gato hizo un ademán de moverse, la sombra estaba ahora sobre él e impedía que siguiera calentándose la barriga. Se puso a maullar, a protestar al cielo por no dejarle seguir disfrutando de aquel espléndido sol de mayo. María levantó la mirada buscando, para regañarlas, a las nubes que molestaban a su gato. Entonces comenzó a llorar.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

"El Globo Verde"

7.
Con el globo verde en la mano, Raúl permanecía de pié mientras enterraban a su esposa. Nadie más lo acompañaba, solo estaban él y la última carta de María atada al extremo de la cinta roja.

            Con dificultad para caminar y ayudándose de un viejo bastón se dirigió hacia el parque. Al entrar saludó a las palomas lanzándoles como siempre hacía unos trocitos de pan. Sabía que en el otro extremo había un pequeño quiosco, donde los niños se amontonaban para comprar chuches y donde encontraría aquello que estaba buscando, el globo perfecto: rojo, grande, con una hermosa cinta verde y brillante y una tarjetita donde escribir su nombre o, quien sabe, hacer un dibujito.
            Con ambos globos en la mano cerró los ojos y pensó en su vida. Pensó en María y en lo distinto que hubiera sido todo de haber abandonado antes a su esposa. Pero él no era así, no hubiera soportado dejarla sola, a pesar de no haberla amado nunca como amaba a María.
            Mientras recordaba, imaginaba y esperaba algún cambio, se dejó llevar por el viento.


lunes, 19 de septiembre de 2011

"El Globo Verde"

6.
Pasaban los años y el Mundo seguía girando; los Países luchando entre ellos y sus habitantes seguían odiándose y amándose. En el cielo, cargado siempre de hermosas historias, un globo verde con su lazo rojo.

            Pasaban los años y las arrugas comenzaban a asomarse; el pelo caía y la vida comenzaba a marchitarse. Pero la esperanza y el amor no dejaban de viajara y crecer.           
            María era una jubilada que vivía sola, con la única compañía de un gato blanco y negro. Se refugiada en una pequeña casa de piedra a las afueras de un pueblecito al que solo acudía, muy de vez en cuando, para comprar alguna cosa de extrema necesidad.
            Hacía un tiempo que había dejado marchar al globo y ya solo esperaba, sentada en el porche, su regreso.