3.
Los años pasaron y María se convirtió en una preciosa chica,
aunque los demás compañeros del Instituto no pensaran lo mismo. No solía estar
muy acompañada y a la hora del recreo se sentaba en un rincón del patio y
esperaba a que fuera el momento de volver a clase. No leía libros o revistas
para chicas, tampoco escuchaba música, ella simplemente esperaba. Miraba el
único árbol que tenían en el centro y contaba los pájaros que en él se posaban.
El día en
que su vida cambió, transcurría como otro cualquiera. Estaba sola, sentada y no
hacía nada especial. Pero en un momento en el que decidió mirar al cielo algo
en sus ojos cambió y en su cara pareció dibujarse una sonrisa. Lo reconoció
enseguida, aquella preciosa cinta roja con una tarjetita atada a su extremo y
el globo… de un verde hermoso… brillante. Sus ojos se abrieron como nunca
cuando este se acercó a ella, lo agarró muy fuerte, cogió la nota y leyó:
“Para
María.
Gracias por habérmelo prestado todo
este tiempo.
Raúl.”
Raúl.”
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