jueves, 1 de septiembre de 2011


Solo, con su vaso de vino, sonreía por sonreir.
Nada lo esperaba fuera de aquel lugar. Nadie lo recibiría con un beso en la mejilla cuando lo viera entrar por la puerta de casa. Tampoco acudirían a su encuentro y le invitarían a un vino tras charlar sobre el trabajo, el tiempo, la política… Nadie vendría, nadie le esperaría, nadie pensaría en el.
Solo, con su vaso de vino, sonreía por no llorar.

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